lunes, 29 de junio de 2009

te deseo



Carla se sentó frente a mi, como cada día. Cogió su libro y empezó a leer, no se daba cuenta que la persona que estaba frente a ella la miraba. Esa persona era yo, y sufría. sufría desde el mismo instante que la vi por primera vez, en aquel autobús, color verde manzana que nos llevaba cada día al trabajo.
Transporte escolar, que irónico, viajábamos en un autobús en el que en sus laterales e podía leer transporte escolar, pero los que íbamos en el ya no íbamos a colegio, ni siquiera creo que ninguno estudiase, para que.
Es rubia, probablemente teñida, lleva unos pantalones que aunque son del uniforme le quedaban de miedo, usa tanga, se lo podía notar al caminar, y una camisa gris que deja imaginar el color del sujetador.
Siempre he creído que solo los hombres eran capaces de a las 6 de la mañana centrar toda su energía en imaginar lo que una mujer lleva bajo su ropa, pero no es así. cada día desde el mismo instante en que la vi me la imagino tendida en una cama semidesnuda, con una tentación y ese perfume que desprende su piel. Me mira sonríe y me invita a acercarme.
Mis manos se apoyan suavemente en su muslo y mis ojos despejan el camino que han de recorrer hasta llegar a su cintura, muy suavemente. La miro, me mira y cierra los ojos para recordarme que me pertenece. Mis labios tiemblan, mis dedos se convierte en suaves plumas que disfrazan deseos en su piel. Yo siento que reviento por dentro al ver como abre ligeramente sus piernas para dejarme nadar en su interior, y acepto la invitación.
-Disculpa ya hemos llegado, me permites pasar por favor?
-Oh si perdona.
-gracias.
Y se va, y ahí me quedo yo, descolocada, como cada día desde el mismo instante que la vi por primera vez.

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